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viernes, 28 de agosto de 2009

Remilitarización en América Latina y Barack Obama


Fuente: La Jornada de Zacatecas

Redacción

Carlos Fazio

Con diferentes pistas de operación y una diplomacia de varios carriles, la política neo militarista de la administración Obama profundiza su inserción en América Latina. Por un lado, Washington busca tender un cordón sanitario en torno a los países miembros de la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA).

Por otro, trata de establecer plataformas castrenses próximas a la región amazónica brasileña, con vistas a eventuales movimientos de las tropas de despliegue rápido del Pentágono en una zona de importancia geopolítica.

Además, en el primer caso el diseño estratégico del agresivo programa de reingeniería militar estadunidense tiene en la mira a los movimientos sociales en ascenso. En particular le preocupa el campesinado indígena de Bolivia, Ecuador y Colombia, protagonista de grandes movilizaciones pacíficas en contra del actual sistema de dominación capitalista.

En función de tales objetivos, la diplomacia de guerra de Washington, controlada desde el Consejo de Seguridad Nacional, da varios pasos. Combina la guerra sicológica y las acciones encubiertas con el papel seudolegitimador de gobiernos de países clientes e intelectuales orgánicos, potenciados por grandes medios bajo control monopólico insertados en una guerra mediática de cuño imperial.

Tras el golpe de Estado en Honduras, de manufactura estadunidense, la militarización de Sudamérica cobró mayor visibilidad a raíz del anuncio sobre el emplazamiento de nuevas bases del Comando Sur en Colombia. Esos enclaves servirán para aumentar la presencia castrense en territorio colombiano y como trampolín para fuerzas de intervención rápida en países vecinos.

Las bases militares de Estados Unidos en Colombia no sólo apuntan a Venezuela, país que contiene las reservas de hidrocarburos más ricas del hemisferio occidental y al que Washington busca desestabilizar por múltiples vías para desplazar del poder al presidente constitucional, Hugo Chávez. Están dirigidas también contra Ecuador, Bolivia y Brasil.

Al respecto, no es secreto que el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva sigue con atención la remilitarización de Colombia y el aumento de efectivos estadunidenses en ese país. La principal preocupación de Lula y los militares brasileños es la base de Palanquero, enclavada sobre la margen derecha del río Magdalena, en Puerto Salgar.

Se trata de un lugar estratégico para las operaciones de aviones dotados con equipos de inteligencia y el transporte de tropas y material pesado. El Comando Sur identificó a Palanquero como una Localidad de Cooperación en Seguridad (CSL, por sus siglas en inglés), porque cuenta con ventajas estratégicas.

Desde allí el Pentágono podría cubrir casi la mitad del subcontinente con un avión C-17 sin necesidad de reabastecer su combustible. Inclusive con un puente aéreo la base podría ser utilizada para operaciones de enlace con bases estadunidenses en Africa.

En lo que toca a Brasil, cualquier punto de sus ocho millones de kilómetros cuadrados puede ser rápidamente alcanzado desde Palanquero por tropas expedicionarias de Estados Unidos. A lo anterior se agrega el interés estadunidense por instalar un aeródromo militar en Ayacucho, 575 kilómetros al sudeste de Lima.

La zona seleccionada por el Comando Sur fue el epicentro de la guerra de contrainsurgencia que vivió Perú en los años 80 y 90, y está equidistante del conflicto interno colombiano, la Media Luna boliviana y la amazonia brasileña.

La negociación fue confirmada por el jefe del Ejército peruano, general Edwin Donayre, y de concretarse, Washington podría sumar otro punto de utilidad geopolítica y militar en un futuro cercano. Cabe apuntar que militares de Estados Unidos ya tienen presencia en Ayacucho, donde realizan las maniobras “Nuevos Horizontes” con soldados locales.

Además, cuentan con una base naval en Iquitos, región amazónica estratégica del norte peruano donde disponen de lanchas de combate. Si a ello se suma el emplazamiento de la cuarta Flota del Pentágono en el Atlántico Sur, frente a las enormes reservas de hidrocarburos descubiertas por Petrobras en aguas profundas, Brasil estará cercado.

Pero aun así, la administración de Obama persigue recolonizar y disciplinar su tradicional patio trasero, y cuenta para ello con la anuencia de las derechas vernáculas, auxiliadas en la coyuntura por movimientos y organizaciones de lúmpenes, como las enquistadas en el narcoestado colombiano bajo control de Alvaro Uribe.

Expresiones de esa relación simbiótica entre gobiernos conservadores y elementos carentes de conciencia de clase vinculados al narcotráfico y a los paramilitares se registran de manera encubierta en México.

Esa situación a nivel regional se ha dado también en la llamada Media Luna boliviana, donde prefectos hostiles al presidente Evo Morales impulsan un separatismo que no logra ocultar la larga mano de

Washington. (PL)

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