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lunes, 28 de septiembre de 2009

Barack Obama y las torturas de la CIA


Fuente: La Jornada de Zacatecas

Redacción

Carlos Fazio*

Aocho años de los atentados terroristas contra las torres gemelas de Nueva York y el Pentágono en Washington, millones de estadunidenses comienzan a conocer los detalles de la guerra sucia y oculta impulsada por la administración de George W. Bush.

Bush y el ex vicepresidente Dick Cheney se dotaron de poderes por encima de la Constitución para autorizar la tortura y el espionaje secreto de sus ciudadanos, a espaldas del Congreso y haciendo a un lado la Convención de Ginebra para prisioneros de guerra.

Documentos recién desclasificados de la fiscalía general sobre la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), establecen que prisioneros de las invasiones a Afganistán e Iraq fueron sometidos a interrogatorios mediante la utilización de “técnicas no autorizadas”.

Entre esas técnicas figuraban las ejecuciones simuladas con pistola en mano o taladros eléctricos; el “waterboarding” o asfixia simulada; la violación de esposas, madres e hijas enfrente de los detenidos; el ahogamiento con manos, y las amenazas de muerte.

Por su parte, el académico Shane O’Mara, profesor en el instituto de neurociencias del Trinity College de Irlanda, sostiene en un trabajo que los violentos interrogatorios de la CIA dañaban el cerebro de los sospechosos y reducían su capacidad para brindar la información que requería la agencia de espionaje.

La hipótesis de O’Mara, planteada en un estudio publicado en la revista Trends in Cognitive Sciences, sostiene que el estrés y el dolor reiterado y extremo al que fueron sometidos los prisioneros afectan la memoria y dañan el hipocampo, la estructura cerebral que integra la memoria.

En un acto inédito y escandaloso, siete ex directores de la CIA pidieron en una carta dirigida al presidente Barack Obama, detener las pesquisas del fiscal general, Eric Holder, en torno al uso de técnicas no autorizadas de interrogatorio.

Los firmantes argumentaron que ello pondría en riesgo la seguridad nacional de Estados Unidos y minaría la confianza de gobiernos aliados que colaboraron con la red de cárceles clandestinas de la agencia, y adujeron también que ello dificultaría la guerra contra el terrorismo.

La práctica de la tortura estructurada por una “técnica” de impronta estadunidense y aplicada de manera “científica” fue utilizada de manera masiva en América Latina en los años 60 y 70. Bajo la administración Bush los agentes de la CIA aplicaron el llamado “tercer grado” de la Gestapo.

La tortura no consiste en malos tratos brutales ciega y ferozmente dirigidos contra los detenidos, sino en la utilización del dolor, el ataque sádico, dentro de un determinado contexto situacional, al que los torturadores denominan “encuadre sicológico”. Se trata de llevar al detenido a una situación de dependencia extrema y de degradación masiva, síquica y biológica.

Los tratamientos descritos aplicados contra detenidos en Abu Ghraib, Iraq y en el campo de concentración de Guantánamo, trastocan todos los ritmos biológicos (sueño, alimentación, funciones excrementicias, etc.), al mismo tiempo que agotan las resistencias físicas y colocan al cuerpo del prisionero bajo el dominio omnipresente del torturador.

La técnica del simulacro, citada en el informe de la fiscalía, coopera en esa desinserción penosa y angustiante de la realidad. El hacer pasar al prisionero encapuchado por los preparativos de un fusilamiento ante un pelotón, tiende a confirmarle que la realidad, el espacio en que se mueve, el tiempo donde trascurre, han dejado de pertenecerle y que están bajo el absoluto y total control del verdugo.

Cabe consignar que la tortura es un hecho eminentemente político. La tortura es la dramatización extrema de un modelo de relaciones o conductas humanas producidos por la sociedad capitalista.

Ahora, ante la desclasificación de informes que han sacado a relucir el negro inventario de torturas y operaciones encubiertas de la CIA, el presidente Obama está ante el dilema de completar el proceso iniciado con las investigaciones o ser copartícipe de un acto de impunidad en agravio de la humanidad en su conjunto. (PL)

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